Si bien los romanos transformaron Tiché, la Diosa griega de la fortuna en una divinidad de la riqueza, su sentido original era de la suerte; para bien o para mal.
Se le solía representar con un timón; porque era hija de Oceanos según una versión y protectora del comercio marítimo o hija de Zeus y necesaria para recoger el néctar de los dioses.
Si la atrapas te podría dar lo que le pidas.
Pero también te la podrías encontrar y quitarte lo que tuvieras, o darte, que eso es algo que ella haría sin mirar a quien ni a cuento de qué y por eso se la solía representar también con los ojos tapados.
Otro elemento era una rueda que giraba, simbolizando lo cambiante de su carácter y es aquí en donde nos encontramos con la carta de la rueda de la fortuna.
Esta es la característica del arcano de la rueda de la fortuna en el tarot; la fortuna es cambiante, no perdura ni la buena ni la mala, eternamente; esto es bueno porque permite los procesos evolutivos.
La suerte, como creían los griegos clásicos no tenía criterio; esquiva y cambiante había que aprovecharla si era buena en el momento en el que aparecía.
La deidad griega y romana acabó en el Renacimiento, reflejada en el arcano de la Rueda de la Fortuna. ¿Pero cual es su historia? Conocemos todos la afición de Zeus en tener líos amorosos y sedujo a Themis, que era la diosa griega de la justicia; si, esa señora que tiene la balanza y una espada como signo de autoridad y los ojos vendados.
De ese encuentro (según versiones), nació Tiché o la Diosa griega de la fortuna y hay que considerar que más bien, lo era de la suerte que como todos sabemos, puede ser mala o buena y por eso va con los ojos tapados, porque no hace distinción, ella va por los caminos y se te la encuentras que tiene un buen día, te da lo que deseas pero si la encuentras en un día en el que no está de humor...te complicará la vida.
Pero volviendo al tema y sin divagar tanto. Zeus sentía un cariño especial por la diosa cuando era niña, le gustaba tenerla cerca para disfrutar de su compañía que le agradaba mucho al parecer; ahora bien, a Hera no le hacía ninguna gracia que una hija de Zeus correteara por el Olimpo siendo una hija ilegitima. Zeus, preocupado por la educación de la niña, encargó a algunos dioses que le enseñaran lo que ellos sabían y así la muchacha se hizo conocedora de distintas artes y habilidades.
Hasta que un día, Hera decretó que ningún hijo ilegitimo debía de permanecer en el Olimpo; ese tipo de gente debía de vivir junto a los humanos y así, pensaba ella, privaría a Zeus de la compañía de aquella muchacha.
Ahora bien, Zeus ideó un plan, según el cual, Tiché sería necesaria para los dioses.
El alimento de los divinos seres, era nectar y ambrosía y todas las mañanas se recogía y cada uno tomaba su dosis; pues bien, Zeus decretó que Tiché ayudaría a recolectar los frutos, que eso de que todas las mañanas el alimento apareciera mágicamente se había acabado, había que hacer la recolección a primera hora y para no perder tiempo, Tiché, que era más rápida que Hermes y sabía mejor que nadie donde estaban los mejores frutos, sería la encargada de decir en qué arbol o incluso en que rama de cada árbol estarían las frutas adecuadas para su recolección.
Y es que ¿Quien podría ir directamente al árbol adecuado en el que estuvieran las mejores frutas? Era una cuestión de suerte, de ir y acertar y eso a Tiché se le daba muy bien. Por eso ella señalaba el lugar y Luck iba corriendo a recoger.
Ahora bien, llegó un día en el que Tiché no apareció y Luck no pudo recoger nada y pasaron varios días y los dioses se preocupaban, porque estaban en ayunas y podía deteriorarse e incluso morir.
Se creó una delegación de dioses que salió en busca de la joven diosa y la buscaron por todas partes. Hasta que un día, oyeron hablar a las gentes de un pescador que de pronto, le iba muy bien la pesca y había mejorado mucho y dijeron.
-Ajá, por fin tenemos una buena pista.
Y se fueron en busca de ese afortunado pescador y cuando el encontraron le debieron de decir algo así como:
-Disculpe buen hombre, tenemos entendido que sus capturas han mejorado mucho y que su situación en general es muy buena desde no hace mucho.
-Pues si, los dioses me están bendiciendo.
Los dioses se miraron unos a otros como diciendo: "yo no, no sé tu".
-A ver, caballero-volvieron a inquirir-, ¿Le ha ocurrido algo especial que haya sido la causa de su buena suerte?
-No, nada especial.
-Ya, claro.
-¿Y qué interés tienen ustedes en mi cambio de fortuna?
-Es que, verá usted, nosotros somos dioses del Olimpo y buscamos a una joven y quizá usted sepa algo. -Dioses del Olimpo, claro, y soy Homero ¿Me toman por idiota?
Entonces los dioses, supongo yo, que se mostrarían con su verdadero aspecto, acojonando al pescador.
-Pues verán ustedes, iba yo por el Egeo cuando eché la red y en ella había una muchacha, bellisima y algo desconcertada, a quien alojé en mi barco.
-Pues sepa usted-le dijeron los dioses-, que esa muchacha ha de venir con nosotros.
-Me niego-dijo el pescador-, yo la pesqué y es mía.
-Pero ella no es un pez- le dijeron.
-Me da igual, yo la pillé y es mía.
Es de suponer que sería Hermes, a quien se le ocurrió hacer un trato.
-Pida usted lo que quiera a cambio de soltarla.
-¿Lo que yo quiera?
-Barra libre.
Ninguna crónica mitológica menciona el precio que los dioses pagaron por la liberación de la joven divinidad, pero debió de ser un buen puñado de dracmas.
Los dioses volvieron al Olimpo deprisa, porque los habitantes de la Tierra se enteraron de que el pescador había secuestrado a la diosa de la suerte y la buscaban por todas partes y de hecho aún se le sigue buscando.
Zeus estaba irritado; muy molesto por lo ocurrido ¿Cómo era posible que un mortal hubiera podido tener secuestrada a su hija más querida y que sus dioses para liberarla hayan tenido que pagar rescate? Hay que tener en cuenta que el secuestro no dejaba de ser una forma legitima de hacerse con alguien y hay muchos ejemplos de ello.
Resultaba evidente que la formación de la muchacha estaba bien para ir por el Olimpo, pero insuficiente para callejear por la Tierra.
Recibió una formación extra por parte de Artemisa, que le enseñó a esconderse con habilidad y a partir de ese momento pudo salir a la Tierra sin ser percibida. Afrodita e enseñó a peinarse con una melena en lugar de una trenza, así evitaría que la pillaran por detrás y en fin. Urano le enseñó a esquivar, aunque todavía no se había inventado el rugby y Marte le enseñó el arte de la guerra.
De modo que jamás podría ser vista con facilidad y si se la veía, podría esquivar a quien le persiguiera y por supuesto, jamás pasaría dos veces por el mismo lugar.
Baco le enseño a emborrachar a los humanos, de ese modo se podría deshacer de ellos en el caso de que la atraparan y por ello, tanta gente a quien de pronto le va bien, acaban peor que estaban antes.
A la Fortuna no le gusta estar retenida y no se sabe si es bueno o malo encontrarla pero en cualquier caso, si la encuentras que sea como en el caso del pescador, que te pille orientando tu actividad en algo practico o útil.
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