LA MULTA…
Subí las escaleras corriendo, había dejado el coche aparcado en una zona prohibida.
Abrí la puerta y entré como un “cohete” hacia la cocina, había dejado allí el teléfono móvil.
Al volver hacia la puerta de la casa, pasé junto a la figura de una cabeza tallada en madera; me pareció que levantaba las cejas con expresión de desagrado.
Me sorprendió y me quedé observándola sin apreciar nada raro; al fin y al cabo, es una figura de madera.
Le dije a mi cerebro que me dejara de líos que tenía prisa; sin embargo y a pesar de que era imposible, habría jurado que la talla de madera movió las cejas.
Al bajar a la calle, vi que mi coche estaba siendo multado por un policía de tráfico; es inútil poner excusas, lo mejor es dejarle redactar la multa y acabar, no tenía tiempo de discutir con un policía.
Cuando me dio el resguardo de la denuncia, el papel era rosa tirando a fucsia, me sorprendió y al levantar la mirada... la cara del guardia era redonda, completamente circular y blanca y unos labios enormes cubrían la parte inferior del círculo.
Me sentí mareado, raro, algo asustado también, caminé hacia el coche sin querer mirar a mi alrededor, abrí la puerta y entré.
Fuera estaba el guardia, ya con el aspecto normal que todo guardia debe tener; me miraba fijamente, desconfiando de mí por algún motivo.
—Tiene que ser un sueño—pensé —, una pesadilla, tengo que despertar y todo será normal.
De manera que me quedé quieto al volante, veía como las gentes y el guardia me miraban, todos me observaban y yo me reía de ellos.
—¡Idiotas residentes en mi imaginación, iros a la mierda!— , les dije yo.
Entonces el guardia se me acercó decidido y me dijo:
—Salga usted del coche por favor.
Me quedé dentro del vehículo y observé que a mi alrededor se amontonaban ojos, sólo ojos, ni bocas ni orejas, sólo ojos que me observaban.
Me enfadé, salí del coche airado y la emprendí a golpes con esos ojos; gritaba:
—¡Ya está bien pesadilla asquerosa, vete ya!
Escuchaba sonidos que no podía identificar y de pronto, caí al suelo y las cosas a mi alrededor volvían a ser reconocibles.
Entre varias personas me habían reducido, estaba de cara al asfalto con los grilletes puestos en mis manos, pegadas a la espalda.
Ante mis ojos caminaba una hormiga, indiferente a mi presencia, se me ocurrió pensar en que quizá otros ojos me observaban y yo era tan indiferente a su presencia, como la hormiga era indiferente a mía.
Mientras, las cosas pasaban sin importarme mucho, yo reflexionaba acerca de la existencia de la hormiga y de cómo ella hacía su vida, sin saber de mi existencia y de que muchas compañeras suyas, habían sido aplastadas o gaseadas por gentes de mi especie.
Recuerdo que me llevaron a algún lugar, me transportaron de allá para acá, se preocupaban por lo ocurrido conmigo; imagino, porque recuerdo a alguien haciéndome preguntas que no acabo de recordar, pues a medida que reflexionaba acerca de la hormiga, todo cuanto ocurría me iba siendo indiferente.
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